El cuaderno de Bitacora  
 
  Con Mucho Gusto 22-01-2025 13:39 (UTC)
   
 
Con mucho gusto
 Manuel de la Cerda
Así da mucho más gusto ganar. Cuando se acude como perdedor en las apuestas a cualquier evento deportivo y se gana, da mucho más gusto ganar. Cuando el equipo vencedor tiene a todo el púbico en contra y no se comporta con la deportividad que se le exige al tenis, da mucho más gusto ganar. Y cuando la estrella deportiva y mediática de la final no puede jugar por lesión, y son otros los que tiran del carro para llevarse el torneo más prestigioso del mundo de tenis por equipos, la victoria da un gusto infinitamente mayor. Gracias público de Mar del Plata, gracias por hacernos sentir a los españoles unidos, una vez más, por el deporte.
El tenis, como el golf, es un deporte en el que al espectador se le presupone un señorío y deportividad especiales. Esto es, respeto por el fallo del contrario, aplaudir los buenos golpes del rival y, sobre todo, guardar silencio durante el juego. La Copa Davis no es un torneo al uso, y se le han permitido, con el paso de los años, licencias inéditas dentro del comportamiento de las aficiones. Y está bien. No hay que olvidar que, además de enfrentarse jugadores, se compite entre países, por equipos, y es lógico que los nervios, la pasión y las ganas de victoria sean más fuertes que la fuerza de voluntad de estar cada uno en silencio en su asiento. Pero con unos mínimos, por supuesto, que en ningún momento respetaron los aficionados argentinos. Cantar “Verdasco tiene miedo”; insultos de todo el estadio a coro a una aficionada española llamándole “hija de puta”, o al árbitro; abucheos cada vez que un jugador español erraba con el primer saque para desconcentrarle con el segundo; cánticos del tipo “a estos putos, les vamos a ganar”… son, en definitiva, lamentables.
Alguno pensó que las Barras Bravas (los ultras del fútbol de Argentina) tenían cabida en un partido de tenis. Y, ¡zas! En toda la boca. Tras perder Ferrer con Nalbandián, las cosas se ponían negras. Pero surgió Feliciano López, uno de los mejores sacadores del circuito y especialista en superficie dura, y batió con claridad a Juan Martín del Potro. Llegaba el sábado con 1-1 en el tanteador, y con un partido de dobles que se antojaba definitivo para el devenir de la Davis. Partido, por cierto, apasionante, en el que la pareja Verdasco-López dio buena cuenta de Nalbaldián-Calleri. Se rumorea que Nalbandián, ese tenista maleducado, se encaró con su compatriota y pareja de dobles en el vestuario al final del partido. Pero el rumor no es noticia, así que no habéis leído nada.
Domingo, día grande, con el partido Verdasco-Acasuso, apodado el Chucho, abriendo la jornada. Si España ganaba, la ensaladera era roja y gualda; si no, se decidiría en un partido de infarto: López-Nalbandián. Pero Fernando Verdasco, tenista madrileño, tenía una sorpresa preparada para los aficionados españoles. Cinco sets de infarto, con un tie break traicionero en el segundo set y con una remontada hasta dejar extenuado al Chucho terminaron con un 3-6, 7-6, 6-4, 3-6, 1-6 en cuatro horas de partido. Al acabar, Verdasco se tiraba al suelo, y la piña de jugadores (Ferrer, López, Granollers y Ventura), de técnicos y de fisios sobre el madrileño no se hizo esperar. Victoria dulce, cimentada con corazón y, sobre todo, humildad, la que tuvieron los españoles al gritar “¡Argentina, Argentina!” después del partido y dar la vuelta aplaudiendo al público anfitrión. Eso, sólo esa actitud, es capaz de darte las fuerzas necesarias para conquistar una Copa Davis contaminada desde el principio.
Cuando, hace algunas semanas, recibimos la noticia de que nuestro campeón, Rafa Nadal, no iba a poder disputar la final de la Copa Davis 2008, a la mayoría del público español se le cayó el alma a los pies. “Si antes estaba complicado, ahora va a ser imposible”, era la frase más escuchada por los mentideros deportivos, en los ascensores, en los bares por las mañanas… y hasta en las tertulias radiofónicas nocturnas.
 Argentina-España o, lo que es lo mismo, duelo de naciones amigas, con una historia, una lengua y millones de emigrantes de uno y otro lado en común. Todo hacía prever que lo que iba a acontecer en el pabellón de Mar del Plata iba a ser una fiesta. Pero, ya desde el pase a la final de ambos países (España batió a Estado Unidos sin contemplaciones; Argentina hizo lo propio, aunque sufriendo, ante Rusia), los medios de comunicación argentinos decidieron que iban a mandar al garete toda la deportividad de la que el tenis ha hecho gala desde sus inicios. Y no sólo los medios, sino los propios jugadores y la federación argentina.

¿Qué hacer para batir a España? Los jugadores argentinos son destacados jugadores sobre tierra batida, pero no los mejores, ese honor le corresponde a España. ¿Qué hacer para batir a España? Anular la efectividad española sobre tierra batida. ¿Qué hacer para batir a España? Sobre todo, presionar al número uno del ranking mundial, Rafa Nadal, que es el que nos puede a todos… Así comenzó la campaña de los calzoncillos de Nadal: un gesto tan maniático del tenista balear, como es tirar de la parte central trasera de sus pantalones antes de cada saque, sirvió de argumento para intentar poner nervioso a Rafa: y fue Juan Martín del Potro quien comenzó a tirar de los calzones de Nadal, hasta convertirlos en un fenómeno mediático: “Voy a sacarle los calzones del orto” (del culo, en Román Paladino). En definitiva, se preparó un circo tanto mediático como deportivo, porque la federación y jugadores argentinos prepararon su infierno particular en una superficie dura para minar las fuerzas de los españoles. Pero… Nadal se lesionó, no llegó a jugar la Copa Másters de Shangai y anunció su retirada para el cartel de la Davis.
Sin Nadal, la cosa cambia: optimismo en la nación de la Plata, y cambios en la cancha. Sí, cambios, porque los jugadores argentinos pidieron, entonces, algunas capas de pintura sobre la superficie de la pista para hacerla, ahora, más lenta. Sin Nadal, pensaban, esto está hecho. Ni calzones del orto, ni gaitas. “Gallegos, os vamos a ganar, pero si nos ganáis, que sepáis que tenemos más mundiales de fútbol”, se escuchaba en las televisiones argentinas. Pues qué bien, un gallifante de premio, machote. Anda que no hay deportes como para fijarse sólo en el fútbol, y encima viniendo de un país que idolatra a Maradona como a un dios, no ya como futbolista, que fue increíble, sino como persona (un personaje que fue sancionado varias veces por dopaje y por tomar drogas, que disparó a los periodistas que se encontraban en la puerta de su casa, que es amigo de Chávez y de Fidel…). Bueno, pues vale, tenéis más mundiales de fútbol que nosotros. Pero España, ahora, tiene más copas Davis que mundiales de fútbol Argentina. Así se escribe la historia.
Y llegó la hora de la verdad, la bochornosa verdad. La verdad del fanático forofo futbolero metido dentro de un estadio donde se juega al tenis. Lo demás ya lo visteis todos, ya lo vio todo el mundo. Y, reconozcámoslo, así da mucho más gusto la victoria. Gracias David Ferrer, gracias Feliciano López, Gracias Fernando Verdasco. Gracias a los que no llegaron a jugar, Marcel Granollers y Santiago Ventura. Gracias Rafa Nadal por ser tan bueno. Gracias Emilio Sánchez Vicario por el buen trabajo realizado. Y, sobre todo, gracias de todo corazón al público de Mar del Plata por convertir una victoria más en la Copa Davis en la victoria más especial y con más gusto de cuantas recuerdo. Gracias Argentina.
 
 
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