RECETA CONTRA LA RUTINA
Me levanto a la hora acostumbrada alertado por el rutinario sonido de mi despertador y comienzo mi cotidiano ritual vespertino antes de ir a trabajar. Pero decido que hoy va a ser un día diferente. Voy a llevar al mundo consciente mi banda sonora de cada día, para luego poder analizarla.
Enciendo mi IPOD, lo enchufo a los altavoces, me cepillo los dientes y me afeito al son de UN BUEN DÍA, de Los Planetas. Podría haber elegido otra, pero me decido por esta con intención de forzar una premonición. Me doy cuenta que “ha merecido la pena” y, al mirar por la ventana, escojo un traje de entretiempo porque “hacía un estupenda mañana”.
De camino al trabajo, en mi desgastado utilitario venido del Japón, que demasiadas veces he encendido y apagado, decido que, durante el frustrante atasco camino a la oficina, me acompañen unos clásicos: CCR (Credence Clearwater Revival). Me imagino que vivo eternamente en el mundo de “El Nota” en El Gran Lebowski y, con el ritmo de Bad Moon Rising, me dan unas inusitadas ganas, casi irrefrenables, de irme a un mirador de la Sierra a fumarme algunas de esas hierbas que no se deben fumar y olvidarme por un momento hasta del nombre del que descubrió America.
Del parking hasta entrar por la puerta de la oficina (a menudo el camino más duro de recorrer de todos los que tienes a lo largo del día), con ademanes casi obsesivos, vuelvo a encender el Ipod para que sean The Libertines los que me acompañen con su Can´t Stand Me Now, que sé que me va animar. Pierdo el tiempo que dura el trayecto valorando la vida del cantante, tratando de ver si se lo ha pasado bien en su vida o no, y llego a una conclusión: no quiero ser Pete Doherty ni nada que se le parezca. Me enorgullezco de tener trabajo, madrugar e intentar mejorar en todo lo que hago. Gracias Pete.
Al entrar a la oficina la radio de Secretaría escupe una melodía de Coti. Doy gracias a Dios por trabajar en un despacho para mi sólo, aislado de todo y con el buen sabor de mis pensamientos y ritmos, acumulados desde que he abierto el ojo, y me pongo a trabajar con ganas y fuerzas renovadas.
Llego a casa para comer. Las noticias me hablan del enésimo temporal en España, riesgo de inundaciones. Una reportera pasando más frío que un mozambiqueño en Groenlandia nos recomienda no viajar sin cadenas. Mientras decido si me cocino un filete de merluza o uno de ternera, traslado esa indecisión a Corazón Loco, interpretada por Diego el Cigala y Bebo Valdés. Y sonrío porque sólo yo tengo que decidir si carne o pescado.
De vuelta a la oficina recibo un correo electrónico de mi ex novia, que me pide cosas suyas que aún tengo en casa; me cuenta que se va dos meses a vivir al extranjero, que le apetece muchísimo y que está feliz, y que qué tal está mi familia. Cojo los cascos y escribo en youtube.com Bigmouth Strikes Again, de The Smiths; sonrío durante toda la canción y, por supuesto, no respondo.
Sobre las 20:00 (hora de cerrar) recibo un mensaje en el móvil: es aquella chica, de aquella discoteca con la que tanto hablaste (hablaste, y sólo hablaste: IMBÉCIL). Es viernes y quiere saber si sales hoy. Vuelvo a casa animadísimo escuchando Plans, de Bloc Party con Mogwai (del disco Silent Alarm Remixed), considerando mentalmente la mejor estrategia para abordar la noche.
Me ducho con Pulp y su Common People, que consigue que hasta baile y cante mientras me salpico colonia delante del espejo. Pensando en la chica de antes oigo Just Like Money, de Jesus And The Mary Chain, me animo a solas por última vez con Belle and Sebastián y su Sleep the Clock Aroundy acepto de mala gana que sean los pinchadiscos de los sitios quienes escojan por mí a partir de ese momento.
Al día siguiente me despierto con la cabeza, el cuerpo y el espíritu resacosos. Mi melancólica resaca me pide algo a gritos y se lo concedo: Rest My Chemistry, de Interpol. Mientras me acomodo para dejarme llevar a un mundo interior de esperanza/desesperanza, críticas/halagos, defectos/virtudes, sueños/realidad, exigencia/dejadez, pienso por un momento que la música que le ponga mi vida me hace ser algo más feliz. Ser más consciente y sensible a la realidad que me rodea y, a la vez me permite volar a sitios desconocidos, donde nadie me ve, sin mermar ni un gramo las fuerzas de mi inconformismo por vencer lo poco que me conozco.
Apago la música. Hora de pasar un tiempo en silencio. Mañana hay que escoger nuevas canciones.
Chester Copperpot